Isidro García Getino
Si no reconocemos que la educación está enferma, no podemos ganar la gran batalla que supone enfocarla positivamente hacia las necesidades, ya perentorias, que tenemos de educación. Educación en sus diversos niveles y acepciones de: ciudadanos educados, individuos cultos, personas plenamente humanas.
Desde estas acepciones rechazamos el fracaso, el abandono, el desánimo, las tensiones y, en general, ese clima de territorio quemado que hoy contemplamos en el sistema “educativo” de enseñanza y aceptamos que el sistema está “en coma”, necesita medicina de choque, ir al origen, sentar cimientos, edificar sólido CON SABIDURÍA DE HOY.
¿Por qué no se ha solucionado ya el que tantos niños plenamente normales dejen de sufrir por sus evitables malos resultados en la escuela, por sus superables dificultades en el aprendizaje, por su consecuente bajo autoconcepto, por las no culpables notas desastrosas, etc. etc.?
La mayor parte de esos problemas sabemos dónde radican, cuándo y cómo evitarlos, paliarlos o compensarlos; y lo que es más importante y esperanzador, también sabemos cómo prevenirlos. ¿Qué se está haciendo para ello?
Como decía Vicente Ferrer, la acción no consiste en imponer nada sino en ayudar a mitigar el dolor. Hay mucho dolor en educación. Dolor de niños, dolor de padres, dolor social. Y va en aumento…
Yo no veo el fracaso escolar, veo al niño que fracasa -no desde 3º de la ESO como se hace desde “lo oficial”- le veo desde que muestra que algo va con dificultades porque:
Nadie da lo que no tiene. Esas mentes no pueden sacar lo que no ha entrado y la escuela pide productos.
No puede salir bien lo que ha entrado mal.
No hay comportamientos eficaces porque hay unos receptores no habilitados, no funcionales, no válidos.
No hay respuestas hábiles porque no se ha desarrollado respons-(h)abilidad o habilidad para responder.
Carecen de motivación (motivos para la acción) porque falta emoción (ex – motion) o estímulos que den movimiento (impulso) para la acción.
Necesitamos urgentes acciones concretas y muy amplias que vayan directas a mitigar el dolor.
Las acciones sólo provienen de personas o grupos de personas, nunca de instancias administrativas. Estas instancias pueden propiciar que se haga lo positivo, lo eficaz, lo valioso, lo necesario, lo imprescindible, o propiciar todo lo contrario; en ambos casos ellas no lo hacen.
Sólo padres, maestros y profesionales podemos hacer lo que es preciso hacer, cambiar lo que necesita cambio, prevenir el fracaso escolar, poner a los niños en condiciones de aprender no de pasar… No hay un 30% de niños torpes, no hay un 30% de niños vagos, no hay un 30% de padres desinteresados. Sí hay mucha dejadez y pasarse la pelota de unos a otros. Hay un sistema educativo en coma profundo, como sistema.
Tampoco los niños desarrollan todos igual, a la vez, al año por año. No todos los padres tienen el mismo interés, ni el mismo tiempo, como tampoco es igual el “saber hacer”. Como muy bien dice la Dra. Melodie de Jager en su libro “Moves that Mend the Mind”, hay niños con retraso (evolutivo, madurativo, neurológico,…), pero eso no es un carnet de identidad, no es su huella digital, ni su esencia, no es para toda la vida, ¡no tiene por qué serlo!
La solución tampoco es “ya madurará”, “ya llegará”, “ya aprenderá”, “ya, ya…”. El tiempo corre en su contra y el dolor aumenta y se transforma. ¿Y si el “ya” no llega? ¿Y si llega tarde y se ha producido la trilla? ¡¡Niños trillados!!
Llegan a los 14 años y el Sistema “les pone remedio”. Ellos han puesto antes, o mucho antes, rechazo como remedio. Programas de “éxito escolar” a los 16 años. ¡¡Lo que importa son los números, no los niños!!
Yo veo al niño de 3 años, de 4 años, y especialmente al de 6 años abocado al fracaso. La ingente cantidad de niños con trastorno de atención, con hiperactividad, la muchedumbre de niños vagos desde los pocos años (¡realidad imposible!). Niños con retraso en la lectura ¡¡a los seis años y antes!!. ESTOS FRACASOS NO SON DE LOS NIÑOS, SON DEL SISTEMA. El sistema no es nadie, las personas, los grupos somos y hacemos.
El sistema educativo es para las personas, no para los números. Las etiquetas son para los productos, no para las personas. A los niños hay que verlos uno a uno, como personas, individuos tan diferentes como únicos y plantearnos lo que tenemos que VER:
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El niño, en condiciones normales, aprende, le gusta aprender, le estimula su propio éxito, tiene infinita curiosidad (motivación) y se siente feliz con todo ello.
¿Quién se ocupa de ver si cada niño reúne condiciones normales cuando va a la escuela?
¿Y si tiene alguno o varios de los – (guiones) enumerados aquí?
¡¡TODOS IGUALES!! con equidad e igualdad de oportunidades: falacia.