By Isidro García Getino
Hoy día el conocimiento de los sistemas neuro-funcionales nos permite entender muchos procesos que tienen que ver con el aprendizaje, con el comportamiento, con nuestros estados de ánimo y, en general, con nuestra vida y sus avatares. Especialmente importante con los niños en orden a mejorar sus posibilidades, reforzar sus recursos o enmendar dificultades en su desarrollo.
El sistema nervioso central (SNC) no es una caja negra de la que no podemos saber nada y que es mejor no tocarla. Cierto que no sabemos todo pero sí conocemos su funcionamiento básico lo suficiente como para que podamos adentrarnos un poco a favorecer su desarrollo y su organización.
Según los autores Cheatum y Hammond -citados por M de Jager (2010)- : “El niño, desde que es concebido, progresa en una secuencia que es ordenada y predecible en su desarrollo. Un avance en la secuencia lleva al siguiente paso; el orden en que va alcanzando cada destreza puede verse y reconocerse fácilmente. No obstante, el niño naturalmente está desarrollando varias destrezas a la vez”.
Precisamente, debido a esa secuencia ordenada y predecible, podemos concretar algunos principios del orden neurológico siguiendo a la Dra.de Jager (Obra citada), que los enuncia así:
El flujo se interrumpe si hay alteraciones (algo no ha funcionado bien) en la secuencia de la organización neurológica. La secuencia que sigue el desarrollo –según De Jager- tiene unas ventanas o períodos óptimos en el proceso que comienza en la concepción con el desarrollo físico que dura hasta los 14 meses, siguen el desarrollo emocional y social, desde los 14 meses hasta los 4 años como periodo de máxima eficacia y, finalmente, el desarrollo intelectual o cognitivo que tiene su ventana óptima entre los 4 y los 14 años.
Partiendo de estos principios de proceso, podemos seguir el desarrollo del niño y encontrar las señales o indicios que nos muestran si la organización neurológica está siendo normal o muestra síntomas deficitarios; todo ello fácilmente observable en el funcionamiento de la persona –del niño-, tanto en su funcionalidad física como emocional, social o intelectual.
Todo cuanto llega al niño a través de los sentidos (vías de entrada) es procesado en el cerebro y produce respuestas/conductas generalmente a través de sistemas musculares (vías de salida), como son el movimiento, la manipulación y el lenguaje. Si las respuestas/conductas son adecuadas al momento evolutivo (o sea a su edad), es señal de que hay un desarrollo-aprendizaje correcto. Si las respuestas/conductas no son adecuadas, es indicio de que existen barreras al aprendizaje, algo está fallando en la organización neurológica.
Todas las vías del proceso (las de entrada, las de procesamiento y las de salida) son neurológicas, la organización de las mismas depende de muchos factores y, para saber si es correcta su organización o no, solamente podemos guiarnos por las salidas o conductas/respuestas acordes con la edad y el desarrollo del niño. Si no lo son, tenemos que observar qué es lo que no funciona bien en la secuencia o proceso y, por tanto, qué es lo que necesita ayuda allí donde corresponda.
La armonía, el equilibrio y los progresos de la persona indican siempre el grado de organización neurológica que va logrando. La gran plasticidad del cerebro humano permite siempre la ayuda y, en su caso, la reorganización de los sistemas que necesitan ser mejorados: sean las vías de entrada, las de procesamiento o las vías de salida/respuesta.
Cuando afrontamos el aprendizaje podemos ayudar a la persona a construir o reconstruir vías y circuitos neuronales que se activan cada vez que llega una estimulación del medio ambiente o de los procesos de enseñanza, eso es la información. La educación crea circuitos y proporciona programas al cerebro que se instauran como procesos funcionales para toda la vida; por ejemplo la higiene, la cortesía o la lectura.
El desarrollo neurológico y su organización, como cualquier otro sistema funcional del ser humano, no siempre discurre por el camino perfecto para producir los mejores resultados en su funcionamiento; tanto internamente como en el medio exterior puede haber obstáculos, barreras, alteraciones, déficits y/o traumas que impiden la correcta organización. Para eso están el conocimiento de los pediatras, el instinto materno, la experiencia de educadores infantiles o las observaciones de otras personas; para detectar que algo no va conforme debería. Es el momento de decidir si necesitamos la intervención de un profesional especialista que sepa analizar el origen, raíz o causa del obstáculo y cómo superarlo.
Cheatum, B.A. & Hammond, A.A. 2000. Physical activities for improving children’s learning and behaviour. Illinois: Human Kinetics.
De Jager, M. 2010. Mente en Acción. España: Tucci Publishin, S.L.
www.mind-moves.es